Hasta hace poco tiempo, el tema de la infidelidad o enamoramiento requería la presencia física de dos personas para hablar de atracción o romance. Se necesitaba de otro, de carne y hueso, para cometer o no infidelidad. Esto traía consecuencias, en un orden que iba desde la culpa, confesiones, arrepentimientos y en muchos casos hasta el divorcio.
Con el mundo virtual las cosas se complicaron. La gente entra en un espacio “privado”, que puede tornarse muy placentero y escondido. Se da rienda suelta a todo tipo de goces y placeres aunque el cuerpo y el físico estén presentes en un espacio no real. A pesar de ello, estamos hablando de una evidente relación.
Es decir, se puede flirtear y no pasa nada en apariencia pero lo que es verdad es que quien se relaciona por Internet está relacionándose con otra persona, así sea en un campo imaginario y deposita en este individuo, sentimientos y deseos. Se mantiene un mundo emocional y sexual dividido de los compromisos que adquirió en el mundo material.
La infidelidad o el flirteo implica a dos personas en un discurso, en un juego sensual y erótico, que puede ser exclusivo o puede se parte de un triángulo amoroso.
Cuando es parte de este triángulo, el flirteo opera exactamente igual que un engaño, ya que el deseo sexual y el interés está colocado en una persona que no es tu pareja.